sábado, 11 de julio de 2009

Prensa.


Abro el diario. El sol de la mañana me ilumina las medialunas. En el café, las voces de siempre, y el esporádico chirrido de las sillas acomodando clientes.


Las amigas se encontraron a la hora señalada frente a la peluquería. En realidad, unos minutos antes. Era evidente que ansiaban este momento. Y, en seguida, el festejo, el saludo crispado y alegre. El parloteo sin fin entre ademanes y besuqueos. El rito comenzaba. Tenían tántos temas! El aire parecía no alcanzarles esta vez.
Y el ámbito era el propicio. Las mujeres adoran conversar en la peluquería. Allí pueden ser ellas, simplemente, entre ellas. Y hablar de ellas. Y de las otras, claro. Y por qué no, de los otros. Pero hablar, sin duda. Si fuera obligatorio callar en esos sitios, las peluquerías simplemente se fundirían. Desaparecerían. Y todas andarían por la vida ahogadas en charlas que no pueden ser, en sueños nunca confesados, en fantasías nunca reveladas, en secretos nunca esclarecidos, en chismes resecados en el más gris de los silencios. Y claro…Todas despeinadas. Qué triste destino para ellas! Y bueno, también para nosotros.
Ambas se perpetuaban, con el pelo recogido, frente a la impávida manicura, frenéticamente parlantes…Sacrificado trabajo el de estas almas en pena. Cuántas manicuras agradecerían ser sordas como una tapia. O, al menos, tener la memoria de una mariposa. Qué hacer con tánta información innecesaria?
O, acaso, no sea ésta otra prueba de que tánto dato, fuera de contexto, es nada más que un vivaz chusmerío. La alborotada conversación de dos amigas, en una peluquería como tántas, en una tarde cualquiera, ante una inalterable manicura que desea estar sorda.
Cierro el diario.

1 comentario:

  1. Gracias Aníbal!!! a divertirnos entonces. Muy real lo que escribiste somos muy charletas cuando nos reunimos en la peluquería.Un secreto... mi manicura también es insoportable jajajajjaja

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